Aviso

Después de la Jornada Electoral votoceronueve publicará los resultados de la elección, análisis general de este día y la utilidad e impacto del voto nulo.

La importancia del voto

Dr. Leonardo Valdéz Zurita
Publicado en Revista Voz y Voto

julio-09



A quince días de la jornada electoral el IFE se encuentra listo para recibir los votos de los 77 millones 481 mil 874 ciudadanos que cuentan con credencial para votar con fotografía y están inscritos en la lista nominal de electores. Luego de nueve meses de intenso trabajo de organización, el IFE está preparado, una vez más, para garantizar la instalación e integración de las más de 139,000 casillas que funcionarán el próximo 5 de julio.

A diferencia de otros comicios intermedios, las elecciones de este año adquieren un particular significado en la vigencia y desarrollo de nuestro régimen democrático. Después de una elección presidencial que originó modificaciones constitucionales y legales, nuevas condiciones de equidad en la competencia electoral y la reducción del costo de las campañas, los mexicanos tendremos nuevamente la ocasión de asistir a las urnas y ejercer un derecho que nos ha ido colocando paulatinamente en una situación de normalidad democrática.

Votar con libertad en las elecciones es una conquista y una decisión que hemos salvaguardado a través de mecanismos que ofrecen seguridad en la identidad de los electores, imparcialidad en la designación de los ciudadanos que reciben los votos en la jornada electoral y oportunidad en la difusión de los resultados que reflejan la voluntad ciudadana. Hoy difícilmente el voto puede concebirse como un derecho reservado a sectores de población específicos, o como una libertad que dependa de saber leer y escribir, o de la capacidad económica de las personas.

Por el contrario, asistir regularmente a las urnas nos ha permitido edificar con responsabilidad un tipo de democracia representativa, propiciar la formación de un sistema de partidos políticos plural y experimentar la alternancia como una vía que posibilita evaluar el desempeño de quienes integran los órganos de gobierno. Con el voto ciudadano e informado, los mexicanos hemos transitado de la unanimidad al pluralismo, de la inmovilidad a la participación, de la opacidad a la transparencia y de la discrecionalidad a la rendición de cuentas.

Votar en las elecciones constitucionales es una decisión que ha modificado radicalmente la geografía electoral del país. A través de un voto razonado y diferenciado en muchas ocasiones, los ciudadanos mexicanos hemos configurado una institucionalidad democrática que propicia la existencia de gobiernos de diferentes partidos políticos y órganos legislativos plurales. De esta manera, el sufragio ha sido un instrumento eficaz para construir en el tiempo un sistema de pesos y contrapesos que se nutre básicamente de la decisión que expresan los mexicanos en cada elección.

Fue mediante el ejercicio de este derecho que los ciudadanos determinamos en 1997 el fin de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en 2000, la alternancia en la Presidencia de la República. Mientras la primera elección trajo como resultado la formación de una coalición opositora dentro de la Cámara baja y la redistribución de comisiones y recursos en el máximo órgano legislativo del país, la elección presidencial de hace nueve años marcó en la conciencia de todos el alcance que tiene el voto para los cambios políticos de gran envergadura.

Por estas razones, llama la atención la campaña de voto en blanco que recientemente se ha venido discutiendo en la opinión pública. Aunque ha generado posiciones divergentes y argumentos a favor y en contra, conviene hacer una reflexión mesurada sobre las repercusiones que tiene esta manifestación ciudadana dentro de la democracia mexicana.

En primer término, resulta importante señalar que, de acuerdo con la legislación electoral vigente, el voto blanco equivale a un voto nulo. De este modo, en la integración de los órganos de gobierno únicamente cuentan los votos válidos, es decir, aquellos que los ciudadanos emiten a favor de un partido político o candidato de coalición.

Bajo la ley actual, se considera voto nulo cuando la boleta que se deposita en la urna no contiene la marca que registra la preferencia del elector por algún partido político, o cuando la boleta incluye dos marcas sin que exista coalición entre los partidos políticos seleccionados. A partir de estos dos criterios, los votos nulos son contabilizados por los funcionarios de las mesas directivas de casilla y asentados en el acta correspondiente, así como en el acta de cómputo que es levantada por los consejos distritales en el miércoles siguiente a la jornada electoral. Como máxima autoridad electoral, el IFE tiene la obligación de velar por que estos procedimientos se apeguen al principio de legalidad.

Si bien el voto en blanco constituye una expresión democrática que la autoridad electoral debe respetar y registrar en la estadística electoral una vez que finalizan los comicios, es una decisión ciudadana que no incide en la conformación de los órganos de gobierno, ni en el financiamiento público y prerrogativas que reciben los partidos políticos para el desarrollo de sus actividades.

Anular el voto no resuelve de fondo la inconformidad ciudadana con el sistema de partidos políticos. Más bien, representa una postura que muestra los desafíos que debe afrontar y superar nuestra democracia en los próximos años. De esta manera, el enemigo a vencer no es el voto -que ha generado confianza y certeza a las elecciones-, sino las reglas que impiden desarrollar mecanismos de rendición de cuentas más acabados y a satisfacción de la sociedad mexicana.

Necesitamos que el llamado al voto en blanco se convierta en una oportunidad para refrendar la tolerancia y sensibilidad frente a este tipo de expresiones que nos recuerdan los esfuerzos que todavía debemos emprender para renovar las expectativas de los ciudadanos en nuestra democracia.

Deseamos también que el llamado hecho por el Instituto Federal Electoral a votar el próximo 5 de julio, encuentre la receptividad y la participación que permita consolidar nuestra democracia.

Entre el olvido y la memoria: decidir desde el presente

Julián Woodside
Comunicólogo e historiador


El olvido nos devuelve al presente, aunque se conjugue en todos los tiempos: en futuro para vivir el inicio; en presente, para vivir el instante; en pasado, para vivir el retorno [...]. Es necesario olvidar para estar presente, olvidar para no morir, olvidar para permanecer siempre fieles

Marc Augé

¿Votar?, ¿no votar? o ¿anular el voto? Eso es lo que muchos nos hemos preguntado en fechas recientes. Sin embargo, a veces nos olvidamos que la gran mayoría en realidad no se preocupa. El abstencionismo, como en cada elección, será alto. ¿Cómo se podría cambiar eso? Muchos espacios se han abierto al debate difundiendo (des)información y distintas posturas; tratando de argumentar, de una u otra forma, lo que “debería de ser”. Todas verdades relativas, pero verdades a fin de cuentas.

Lo que me preocupa (o interesa) es que pocos días después del 5 de julio todo regresará a un estatus semianestesiado. La preocupación y debate durante los periodos electorales se quedan en eso, en palabras en el aire, en vez de que, idóneamente, sea una constante al inicio, medio y fin de los mandatos.

¿Cómo se podría modificar eso? No quisiera caer en una exposición de ideas románticas (no creo en ese tipo de necedades). Sin duda estoy consciente de que la decepción que hay con respecto a la política en México es algo que surgió hace muchos años.

A diferencia de lo que muchas veces se ha dicho, que “México es un país sin memoria”, creo que en realidad vivimos en un país y una sociedad que muchas veces no se deshace de recuerdos, mismos que, posteriormente, funcionan como lastre social y se ven reflejados en distintos procesos, como el electoral.

Un gran problema de la sociedad mexicana es que estamos acostumbrados a quejarnos, a estar inconformes, pero no formamos parte del proceso. Al respecto es curiosa mi posición ya que me encuentro (físicamente) en un punto entre los fervientes defensores de la anulación del voto y aquellos representantes políticos con una respetable trayectoria: ambas posturas suenan convincentes al final del día y lo único que me queda claro es que la abstención no es la solución.

Tengo preocupaciones como ciudadano que van más allá de cuestiones políticas: me inquieta que muchas veces no nos detenemos a razonar las consecuencias de nuestras decisiones, sea cual sea la postura que tomemos. Y me preocupa mucho más que no nos responsabilicemos de ellas: “Vivir en coherencia con nuestras ideas”, dirían algunos. La vida tiene que ser congruente con o sin elecciones. A esto yo diría —al aire tal vez porque no creo que sea la única opción— que habría que estar informado y consciente de la decisión que tomemos; que la vivamos y sigamos adelante no sólo este domingo sino el resto del nuestra vida política activa. Si se anula el voto habría que movilizarse para generar alternativas y no simplemente esperar a las siguientes elecciones “para ver qué nos deparan los partidos políticos”; identificar candidatos adecuados y no que se quede en un “desacuerdo por que los que están no me convencen”. Si se vota como castigo que sea un voto inteligente, no sólo para contrariar a un partido o individuo sino a las políticas que hay detrás. Finalmente, si se vota creyendo, hay exigir que se cumpla lo prometido, insistir y no quedarse en la queja. Votar debería ser, creo yo, una estrategia, no la búsqueda de la satisfacción de un capricho.

Quisiera hacer énfasis en la “coherencia” de nuestras decisiones por la reciente reacción ante la campaña publicitaria de “la niña del PRD”. Vi que mucha gente que discutía y defendía posturas con respecto a las elecciones —tanto virtual como físicamente— se unía a grupos como el de “Yo también odio a la niña del PRD” en Facebook y otras redes sociales; muchas de esas personas son tanto los que están en pro de la anulación del voto como los que defienden el mismo. Mi pregunta es: ¿Qué acaso no se detuvieron a leer el título? ¿No pensaron que no estaban expresando su verdadera postura política sino que canalizaban su disgusto mediante un supuesto odio a un elemento publicitario? (y eso que no quiero ahondar en los comentarios racistas y de discriminación ni tan “entre líneas”). Algunos respondieron “bueno no, en realidad me molestan las campañas, pero no tengo nada contra la niña”. Es eso lo que me preocupa, que ni siquiera nos detenemos a leer 8 palabras, ¿qué pasará cuando se topen con todos los nombres e imágenes de la planilla?

Finalmente quisiera cerrar con la idea de Edmundo O’ Gorman de que habría que fomentar “una conciencia histórica en paz consigo misma” y creo que este podría ser un buen inicio. Un punto importante es no considerar o esperar a que las elecciones y/o los políticos solucionen todo (y no creo que los que han realizado los debates no lo tengan en cuenta). Hay que recalcar la importancia de cualquier tipo de elección de representantes, sean locales, regionales o nacionales: todo influye en un mundo que, hoy en día, es denominado “glocal”. Hay que olvidar prejuicios, ubicarnos en un presente y tomar una decisión digerida y razonada, la que sea, pero que evite reproducir opiniones y posturas instintivas; como he visto que ocurre con bastantes personas a mi alrededor.

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