Aviso

Después de la Jornada Electoral votoceronueve publicará los resultados de la elección, análisis general de este día y la utilidad e impacto del voto nulo.

La importancia del voto

Dr. Leonardo Valdéz Zurita
Publicado en Revista Voz y Voto

julio-09



A quince días de la jornada electoral el IFE se encuentra listo para recibir los votos de los 77 millones 481 mil 874 ciudadanos que cuentan con credencial para votar con fotografía y están inscritos en la lista nominal de electores. Luego de nueve meses de intenso trabajo de organización, el IFE está preparado, una vez más, para garantizar la instalación e integración de las más de 139,000 casillas que funcionarán el próximo 5 de julio.

A diferencia de otros comicios intermedios, las elecciones de este año adquieren un particular significado en la vigencia y desarrollo de nuestro régimen democrático. Después de una elección presidencial que originó modificaciones constitucionales y legales, nuevas condiciones de equidad en la competencia electoral y la reducción del costo de las campañas, los mexicanos tendremos nuevamente la ocasión de asistir a las urnas y ejercer un derecho que nos ha ido colocando paulatinamente en una situación de normalidad democrática.

Votar con libertad en las elecciones es una conquista y una decisión que hemos salvaguardado a través de mecanismos que ofrecen seguridad en la identidad de los electores, imparcialidad en la designación de los ciudadanos que reciben los votos en la jornada electoral y oportunidad en la difusión de los resultados que reflejan la voluntad ciudadana. Hoy difícilmente el voto puede concebirse como un derecho reservado a sectores de población específicos, o como una libertad que dependa de saber leer y escribir, o de la capacidad económica de las personas.

Por el contrario, asistir regularmente a las urnas nos ha permitido edificar con responsabilidad un tipo de democracia representativa, propiciar la formación de un sistema de partidos políticos plural y experimentar la alternancia como una vía que posibilita evaluar el desempeño de quienes integran los órganos de gobierno. Con el voto ciudadano e informado, los mexicanos hemos transitado de la unanimidad al pluralismo, de la inmovilidad a la participación, de la opacidad a la transparencia y de la discrecionalidad a la rendición de cuentas.

Votar en las elecciones constitucionales es una decisión que ha modificado radicalmente la geografía electoral del país. A través de un voto razonado y diferenciado en muchas ocasiones, los ciudadanos mexicanos hemos configurado una institucionalidad democrática que propicia la existencia de gobiernos de diferentes partidos políticos y órganos legislativos plurales. De esta manera, el sufragio ha sido un instrumento eficaz para construir en el tiempo un sistema de pesos y contrapesos que se nutre básicamente de la decisión que expresan los mexicanos en cada elección.

Fue mediante el ejercicio de este derecho que los ciudadanos determinamos en 1997 el fin de la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en 2000, la alternancia en la Presidencia de la República. Mientras la primera elección trajo como resultado la formación de una coalición opositora dentro de la Cámara baja y la redistribución de comisiones y recursos en el máximo órgano legislativo del país, la elección presidencial de hace nueve años marcó en la conciencia de todos el alcance que tiene el voto para los cambios políticos de gran envergadura.

Por estas razones, llama la atención la campaña de voto en blanco que recientemente se ha venido discutiendo en la opinión pública. Aunque ha generado posiciones divergentes y argumentos a favor y en contra, conviene hacer una reflexión mesurada sobre las repercusiones que tiene esta manifestación ciudadana dentro de la democracia mexicana.

En primer término, resulta importante señalar que, de acuerdo con la legislación electoral vigente, el voto blanco equivale a un voto nulo. De este modo, en la integración de los órganos de gobierno únicamente cuentan los votos válidos, es decir, aquellos que los ciudadanos emiten a favor de un partido político o candidato de coalición.

Bajo la ley actual, se considera voto nulo cuando la boleta que se deposita en la urna no contiene la marca que registra la preferencia del elector por algún partido político, o cuando la boleta incluye dos marcas sin que exista coalición entre los partidos políticos seleccionados. A partir de estos dos criterios, los votos nulos son contabilizados por los funcionarios de las mesas directivas de casilla y asentados en el acta correspondiente, así como en el acta de cómputo que es levantada por los consejos distritales en el miércoles siguiente a la jornada electoral. Como máxima autoridad electoral, el IFE tiene la obligación de velar por que estos procedimientos se apeguen al principio de legalidad.

Si bien el voto en blanco constituye una expresión democrática que la autoridad electoral debe respetar y registrar en la estadística electoral una vez que finalizan los comicios, es una decisión ciudadana que no incide en la conformación de los órganos de gobierno, ni en el financiamiento público y prerrogativas que reciben los partidos políticos para el desarrollo de sus actividades.

Anular el voto no resuelve de fondo la inconformidad ciudadana con el sistema de partidos políticos. Más bien, representa una postura que muestra los desafíos que debe afrontar y superar nuestra democracia en los próximos años. De esta manera, el enemigo a vencer no es el voto -que ha generado confianza y certeza a las elecciones-, sino las reglas que impiden desarrollar mecanismos de rendición de cuentas más acabados y a satisfacción de la sociedad mexicana.

Necesitamos que el llamado al voto en blanco se convierta en una oportunidad para refrendar la tolerancia y sensibilidad frente a este tipo de expresiones que nos recuerdan los esfuerzos que todavía debemos emprender para renovar las expectativas de los ciudadanos en nuestra democracia.

Deseamos también que el llamado hecho por el Instituto Federal Electoral a votar el próximo 5 de julio, encuentre la receptividad y la participación que permita consolidar nuestra democracia.

Entre el olvido y la memoria: decidir desde el presente

Julián Woodside
Comunicólogo e historiador


El olvido nos devuelve al presente, aunque se conjugue en todos los tiempos: en futuro para vivir el inicio; en presente, para vivir el instante; en pasado, para vivir el retorno [...]. Es necesario olvidar para estar presente, olvidar para no morir, olvidar para permanecer siempre fieles

Marc Augé

¿Votar?, ¿no votar? o ¿anular el voto? Eso es lo que muchos nos hemos preguntado en fechas recientes. Sin embargo, a veces nos olvidamos que la gran mayoría en realidad no se preocupa. El abstencionismo, como en cada elección, será alto. ¿Cómo se podría cambiar eso? Muchos espacios se han abierto al debate difundiendo (des)información y distintas posturas; tratando de argumentar, de una u otra forma, lo que “debería de ser”. Todas verdades relativas, pero verdades a fin de cuentas.

Lo que me preocupa (o interesa) es que pocos días después del 5 de julio todo regresará a un estatus semianestesiado. La preocupación y debate durante los periodos electorales se quedan en eso, en palabras en el aire, en vez de que, idóneamente, sea una constante al inicio, medio y fin de los mandatos.

¿Cómo se podría modificar eso? No quisiera caer en una exposición de ideas románticas (no creo en ese tipo de necedades). Sin duda estoy consciente de que la decepción que hay con respecto a la política en México es algo que surgió hace muchos años.

A diferencia de lo que muchas veces se ha dicho, que “México es un país sin memoria”, creo que en realidad vivimos en un país y una sociedad que muchas veces no se deshace de recuerdos, mismos que, posteriormente, funcionan como lastre social y se ven reflejados en distintos procesos, como el electoral.

Un gran problema de la sociedad mexicana es que estamos acostumbrados a quejarnos, a estar inconformes, pero no formamos parte del proceso. Al respecto es curiosa mi posición ya que me encuentro (físicamente) en un punto entre los fervientes defensores de la anulación del voto y aquellos representantes políticos con una respetable trayectoria: ambas posturas suenan convincentes al final del día y lo único que me queda claro es que la abstención no es la solución.

Tengo preocupaciones como ciudadano que van más allá de cuestiones políticas: me inquieta que muchas veces no nos detenemos a razonar las consecuencias de nuestras decisiones, sea cual sea la postura que tomemos. Y me preocupa mucho más que no nos responsabilicemos de ellas: “Vivir en coherencia con nuestras ideas”, dirían algunos. La vida tiene que ser congruente con o sin elecciones. A esto yo diría —al aire tal vez porque no creo que sea la única opción— que habría que estar informado y consciente de la decisión que tomemos; que la vivamos y sigamos adelante no sólo este domingo sino el resto del nuestra vida política activa. Si se anula el voto habría que movilizarse para generar alternativas y no simplemente esperar a las siguientes elecciones “para ver qué nos deparan los partidos políticos”; identificar candidatos adecuados y no que se quede en un “desacuerdo por que los que están no me convencen”. Si se vota como castigo que sea un voto inteligente, no sólo para contrariar a un partido o individuo sino a las políticas que hay detrás. Finalmente, si se vota creyendo, hay exigir que se cumpla lo prometido, insistir y no quedarse en la queja. Votar debería ser, creo yo, una estrategia, no la búsqueda de la satisfacción de un capricho.

Quisiera hacer énfasis en la “coherencia” de nuestras decisiones por la reciente reacción ante la campaña publicitaria de “la niña del PRD”. Vi que mucha gente que discutía y defendía posturas con respecto a las elecciones —tanto virtual como físicamente— se unía a grupos como el de “Yo también odio a la niña del PRD” en Facebook y otras redes sociales; muchas de esas personas son tanto los que están en pro de la anulación del voto como los que defienden el mismo. Mi pregunta es: ¿Qué acaso no se detuvieron a leer el título? ¿No pensaron que no estaban expresando su verdadera postura política sino que canalizaban su disgusto mediante un supuesto odio a un elemento publicitario? (y eso que no quiero ahondar en los comentarios racistas y de discriminación ni tan “entre líneas”). Algunos respondieron “bueno no, en realidad me molestan las campañas, pero no tengo nada contra la niña”. Es eso lo que me preocupa, que ni siquiera nos detenemos a leer 8 palabras, ¿qué pasará cuando se topen con todos los nombres e imágenes de la planilla?

Finalmente quisiera cerrar con la idea de Edmundo O’ Gorman de que habría que fomentar “una conciencia histórica en paz consigo misma” y creo que este podría ser un buen inicio. Un punto importante es no considerar o esperar a que las elecciones y/o los políticos solucionen todo (y no creo que los que han realizado los debates no lo tengan en cuenta). Hay que recalcar la importancia de cualquier tipo de elección de representantes, sean locales, regionales o nacionales: todo influye en un mundo que, hoy en día, es denominado “glocal”. Hay que olvidar prejuicios, ubicarnos en un presente y tomar una decisión digerida y razonada, la que sea, pero que evite reproducir opiniones y posturas instintivas; como he visto que ocurre con bastantes personas a mi alrededor.

Guía del (no) voto

Roberto Zamarripa
Publicado en Reforma
29-junio-09

1. No voto. Además de los abstencionistas (el 60 por ciento de los que no acudirán a las urnas) surgió la corriente del voto nulo y sus vertientes:

a) Anular el voto con dos diagonales que crucen la boleta electoral y/o anotar algún lema.

b) Usar el recuadro de "Candidatos no registrados" para apoyar a un candidato independiente (como Elisa de Anda).

c) Robarse la boleta.

d) Romperla.

e) Y por accidente, un voto nulo derivado del descuido o ignorancia al tachar más allá del recuadro del elegido o votar por dos o más partidos.

Todos los votos nulos contarán para definir qué partido se queda con registro. Tramitado eso, quedará anotado como inexistente.

2. Voto anulado. Lo que los anulistas no han aclarado es cuántas boletas van a anular. Los ciudadanos recibirán por lo menos tres boletas. Los argumentos anulistas se dirigen sólo a la elección federal, es decir, deslegitimar al Congreso. Sería incongruente, en el discurso anulista, anular la boleta de diputado federal pero votar por el amigo que quiere ser alcalde, delegado, gobernador o diputado local.

Es refrescante una iniciativa ciudadana que reclama congruencia a los políticos pero un movimiento del voto nulo ayuno de contenido sólo hará la faena a los del tufo golpista: los políticos no sirven, la ley electoral es una mordaza, el Congreso es inútil y la democracia es cara. Con esas premisas las decisiones de facto succionarán al reclamo ciudadano por legítimo que sea.

Sin un deslinde de los simplismos autoritarios, los anulistas quedarán sometidos por los factores de poder que, oliendo la debilidad institucional, quieren tomar decisiones en la televisión y no en las instituciones legítimas, fabricar candidatos con el dinero y no con la participación ciudadana, fortalecer poderes paralelos y debilitar al Legislativo y favorecer la inequidad que blinda a las élites de la política y el dinero.

3. Voto amarrado. Juanito y SOS. En el primer caso hay una instrucción de votar por una persona que aunque gane no ganará sino que entregará el mando a una ciudadana impedida a contender por una arbitrariedad judicial.

El segundo caso es la obligación a candidatos de comprometerse públicamente y ante notario con medidas de seguridad, por un lado, y con el mandato de dar reversa en la ley electoral -particularmente el artículo 41- para abrir de nuevo al poder del dinero la posibilidad de dominar los comicios.

El amago es el mismo: si no quieres, te amuelas. Así, el ciudadano es cómplice de la coacción al candidato y más que apoyar un programa político, apoya el amago en el que están embarcados todos. Uno vota en la plaza, otro firma ante el notario, pero ambos están amarrados aunque renieguen lo que representan.

4. Voto embustero (o ilegal). "Soy actor y no me gusta que me involucren con el tinte político y al ver mi imagen con 'el verde' creen que estoy más involucrado de lo normal, y no es así. La selección fue por medio un focus group de actores, y fue lo mismo que trabajar con una marca de refrescos o de galletas", dijo Raúl Araiza respecto a cómo se involucró en la campaña del Partido Verde (Milenio, 26/06/09).

Araiza confesó en una conferencia de prensa el pasado viernes que Televisa lo invitó a la campaña a pesar de que él no sabe nada de política, ni de leyes, ni de elecciones, ni del Verde, ni de la pena de muerte.

En otros lares les dicen mercenarios y en México en su expresión de spots -provocadores, cínicos y demagógicos- es una violación a la ley electoral.

El Verde a lo suyo: ha sido ampliamente documentado cómo perfila una telebancada cuyo propósito principal, más que la pena de muerte, es la contrarreforma electoral (Enfoque 17/05/09, Reforma 10/06/09, Proceso 28/06/09).

En el 2003, según testigos presenciales de la decisión, Elba Esther Gordillo como lideresa priista diseñó una bancada alterna en el Partido Verde donde incluyó "porque se lo pidió Azcárraga" a Javier Orozco, quien a la postre resultó el promotor de la fracasada "Ley Televisa".

Seis años después, el Verde con una campaña, ésa sí, sucia recolecta votos del engaño y Televisa cosecha lo sembrado.

5. Voto libre. A ejercerse el domingo 5 por y para fortalecer la democracia electoral. Honduras no es ficción. Los golpistas andan sueltos.

El riesgo de la antipolítica

Enrique Krauze
Publicado en Reforma
28-junio-09

Todas las iniciativas cívicas son respetables pero algunas son más respetables que otras. La idea del voto en blanco pertenece a esa segunda categoría. Aunque comprensible por el pobre desempeño de muchos actores individuales y colectivos de nuestra "clase política", el acto, en el fondo, participa de la misma mentalidad dependiente que imperaba en el pasado: antes se esperaba que el Presidente de la República lo hiciera todo; ahora se espera lo mismo de los legisladores, los partidos, los gobernadores y los políticos en general. Nosotros los ciudadanos somos meras víctimas, sólo estamos -en el mejor de los casos- para protestar, y la mejor protesta es una huelga de votos caídos, un gandhismo instantáneo, happening mediático, un acto que dura un minuto y, mágicamente, transforma al país. No es así. La propuesta es desaconsejable, por varias razones:

1) Distorsiona, confunde, devalúa el sentido del voto, ante una mayoría de ciudadanos que lleva poco tiempo de ejercerlo. En la cuenta larga de la historia, han pasado apenas unos minutos desde el nacimiento de nuestra democracia, aunque en realidad hayan pasado poco más de diez años. "México transitó -dice Vargas Llosa- de la dictadura perfecta a la democracia imperfecta". La frase reconoce un progreso que nosotros no valoramos. Todas las democracias son tensas, conflictivas e insatisfactorias. El votante debe aprender a mejorar la democracia, pero la manera de hacerlo es ejerciendo el voto cada vez con mayor inteligencia e información, no denegándolo.

2) Da a entender que no hay opciones políticas. Más allá de los magros resultados de los partidos, sólo el EPR y los abogados de la anulación del voto parecen creer que en México todas las propuestas políticas y todos sus representantes son iguales e igualmente deficientes.

3) Generaliza la naturaleza de la elección. "Para los anulistas -escribe el politólogo Inocencio Reyes Ruiz- no hay la mínima consideración a la diversidad de regiones, estados, municipios y comunidades. Para ellos la elección del próximo 5 de julio es singular, única e indivisible. Es cierto que la renovación de la cámara de diputados es de indudable trascendencia para la vida pública del país, pero no es la única; y para millones de votantes no es la más importante. El 5 de julio hay varias elecciones y muchas votaciones: seis gobernadores, 11 congresos locales, centenas de alcaldes, millares de regidores. Hay municipios gobernados tan atrozmente que la anulación del voto sería la ratificación del poder caciquil. Lo mismo se puede decir de los gobernadores: hay estados donde los ciudadanos, hartos de la arbitrariedad y la corrupción, quieren votar para derrocar al partido postulante. Hay comunidades enteras, en fin, en que votar es asegurar la continuidad de buenos gobiernos".

4) Alienta la antipolítica. Para un curso rápido sobre los estragos de la antipolítica es bueno acercarse al caso venezolano. En los años noventa, el repudio radical e indiscriminado de los partidos por parte de un sector influyente de la sociedad venezolana (en particular de los intelectuales y las figuras mediáticas) provocó la emergencia natural del caudillo que llegó al poder para limpiar esa "miasma", "para salvar al país" y... para quedarse con él a perpetuidad. En las elecciones parlamentarias de Venezuela en 2005, la oposición optó por no competir, lo cual dio un cheque en blanco al régimen chavista. Si un caudillo llega al poder en México, llegará para quedarse. Los votos en blanco o en negro le tendrán sin cuidado.

5) Desalienta la participación ciudadana. Una consecuencia natural de la antipolítica -por esencia negativa, reactiva, pasiva- es la desmovilización. Y esto es lo más grave porque el país sufre un déficit inmenso de participación cívica. Esta participación no puede residir sólo en el acto de votar por un partido o anular, en su caso, un voto. Necesitamos vigilar permanentemente a los partidos y a los representantes populares, como ocurre en cualquier democracia madura. Y necesitamos mucho más: la verdadera participación cívica no es instantánea: es prolongada, constante, fragmentaria, silenciosa, difícil y anónima. Se ejerce de abajo a arriba: en la manzana, la delegación, el municipio, el estado, el país.

Octavio Paz dijo que México se ha visto siempre bajo la imagen histórico-mítica de una pirámide. Desde hace apenas dos décadas trabajamos para desmontar pacíficamente, piedra por piedra, esa pirámide, para construir una plaza pública libre y abierta. El proceso no llevará siglos pero sí años, quizá largos años. Su instrumento específico es el voto, esa sencilla pero imprescindible expresión de la conciencia individual en una democracia. No es aconsejable pervertirlo.

Voto de castigo pero no nulo

Ciro Murayama
Publicado en La Crónica
26-junio-09

Inicio este artículo con dos premisas: 1) la insatisfacción hacia el desempeño de los partidos políticos es ampliamente generalizada, de tal suerte que sea más común votar escogiendo al “menos malo” que premiando la labor de un partido. 2) Cada voto nulo o cada elector que se queda en casa favorece al llamado voto duro o, simplemente, hace que sean determinantes los sufragios de quienes sí votaron por alguna opción registrada.


Si se trata, entonces, de sufragar por el menos malo, o de ejercer un voto de castigo hacia las peores alternativas, van a continuación una serie de argumentos para que, antes que desperdiciar el voto, se utilice así sea como instrumento de castigo o para tratar de conjurar los escenarios más indeseables.


1) ¿Manos libres al Presidente? En la época en que el Presidente de la República y su partido podían aprobar leyes sólo con sus votos antes de 1997 —la deliberación parlamentaria era un mero trámite. El PAN, en esta elección, pide respaldar al presidente Calderón. Si ese partido se hiciera con la mayoría podría aprobar, por ejemplo, las leyes de ingresos y egresos de la federación sin negociar con otra fuerza política. ¿Ha tenido un buen desempeño económico el gobierno? ¿Le convence a usted el diagnóstico que ha hecho el equipo económico del Presidente, que desde hace meses viene diciendo que lo peor de la crisis ya pasó, para encontrarnos al día siguiente con un panorama más desalentador? ¿Cree que sería conveniente que el PAN pudiera decidir él solo el monto del gasto público y su distribución en esta crisis? Si usted considera que la política económica del gobierno debe tener contrapesos de la oposición, tendrá una buena razón para no votar por el PAN. Si su diagnóstico es el contrario, y cree que la oposición sólo entorpece la labor de un gobierno que está haciendo las cosas bien, adelante, su voto es necesario para las medidas de Carstens.


2) ¿Quiere ayudar a que Clara Brugada sea delegada? El Partido de la Revolución Democrática es incapaz de procesar sus disputas internas. Esta vez, el pleito fue en Iztapalapa, la capital más poblada del Distrito Federal. En una decisión si se quiere cuestionable, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) —pese a que las dos grandes corrientes del PRD impugnaron las votaciones en su propio partido—, decidió que las elecciones eran lo suficientemente limpias para no ser anuladas y revocó la decisión interna del PRD, nombrando a Silvia Oliva candidata y desplazando a Clara Brugada. En una singular apuesta política, Andrés Manuel López Obrador, enemistado con la dirección del PRD, lanzó un plan que consiste en varias cosas: 1) votar por el candidato del PT en Iztapalapa; 2) hizo que ese candidato se comprometiera a renunciar una vez que ganara; 3) planeó que el Jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, propusiera como delegada sustituta para Iztapalapa a Clara Brugada y, 4) dio por sentado que la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, obedecería y nombraría delegada a Brugada. Si usted cree que en esa estrategia hay una buena dosis de autoritarismo y que ni el delegado electo —el que sea—, ni el jefe de Gobierno y menos aún el Poder Legislativo de la capital deben prestarse a tales instrucciones, puede usar su voto aunque no viva en Iztapalapa. Si usted vota por los candidatos a la Asamblea Legislativa del PT y Convergencia, e incluso del PRD, es muy probable que lo haga por un fiel seguidor de AMLO. Una manera de evitar tener una Asamblea al servicio de López Obrador, es votar por algún partido de oposición en la capital. Pero si usted quiere ayudar a AMLO a convertirse en el gran elector del DF, como en la vieja usanza era el presidente todopoderoso, ya sabe por quién sufragar.


3) ¿Quiere a Televisa y TV Azteca con representación legislativa? El llamado Partido Verde Ecologista de México (PVEM) ha desplegado una serie de acciones tendientes a cuestionar el marco constitucional vigente en materia de competencia electoral, que tiene como una de sus definiciones claves y más novedosas impedir que el poder del dinero y de los consorcios de televisión graviten sobre los procesos político electorales. Está prohibida la compra de publicidad electoral en radio y TV. El Partido Verde, sin embargo, se ha dedicado a ir a contracorriente de lo establecido en la ley y ha sido funcional a los intereses de las televisoras: las defendió cuando desacataron las instrucciones del IFE para transmitir las pautas de los partidos políticos y de la propia autoridad electoral. Más adelante, diputados del PVEM contrataron publicidad, con dinero de origen desconocido, para difundir sus iniciativas legislativas —si así se le puede llamar a la pretensión de instalar la pena de muerte— con sus lemas de campaña electoral. Luego, los candidatos del PVEM prestos acudieron a firmar los compromisos que la organización SOS exige, desde las pantallas televisivas, a los actores políticos y que implican, entre otras cosas, volver a permitir la compra de publicidad política en los medios electrónicos y suprimir la vía de llegada de las minorías al parlamento: la representación proporcional. El PVEM actúa como instrumento de los poderes fácticos en la arena electoral. Si usted considera inadmisible la conducta del PVEM, vote por algún otro partido.


En suma, su voto es útil no sólo para construir escenarios deseables, sino para evitar males mayores: úselo. Y tome conciencia de que si usted renuncia a tener representación y anula su voto, de cualquier manera ya hay quien se hace pasar por su representante y vocero: hasta una “Asamblea Nacional” llamada “Anulo mi voto” van a crear para lucrar con su “no voto”: ¡aguas!

23 razones para votar

José Woldenberg
Publicado en Reforma
25-junio-09

Porque:

1. Los votos construirán gobiernos estatales, ayuntamientos, congresos locales, jefaturas delegaciones, asamblea legislativa y Cámara de Diputados.

2. Los votos cuentan.


3. Cuentan desde hace muy poco.


4. Existen diferentes opciones.


5. Es una falacia que todos sean lo mismo.


6. Resulta una elaboración intelectual insostenible que los políticos y los partidos no puedan diferenciarse.


7. La derivación política de esa construcción intelectual recuerda a los discursos antipolíticos elementales y reduccionistas: una "clase política cerrada, amafiada, incapaz" contra un pueblo "noble, incorruptible, virtuoso".


8. La abstención no cuenta.


9. La abstención también puede ser leída como consenso pasivo.


10. La abstención se alimenta de muy diferentes humores públicos: la resignación y la distancia, la crítica, la inercia y el desprecio a la política en bloque.


11. El voto nulo -no la abstención- tendrá también diferentes nutrientes: los errores, las gracejadas (votar por El Hombre Araña, por ejemplo) y la crítica indiferenciada al mundo de la política y los partidos.


12. El voto nulo en sí mismo no expresará más que hartazgo, desencanto, malestar.


13. Cada uno de los que está llamando al voto nulo al enunciar sus razones entra en contradicción con otros que también dejarán su voto en blanco. Ejemplos: los que llaman a anular el voto porque están en desacuerdo con la reforma de 2007 contra los que no quieren que los tiempos de radio y televisión vuelvan a ser comercializados; los que desean la posibilidad de reelección inmediata de los legisladores contra los que se expresan contra "la partidocracia"; los que demandan acabar con los diputados plurinominales y los que quieren que las minorías tengan representación. Votarán en blanco los que añoran el viejo verticalismo y los que ambicionan más y mejor democracia.


14. Los padres y madres del voto nulo tienen solo en común eso: malestar.

15. Votar es la punta de un iceberg civilizatorio que supone la existencia de corrientes político-ideológicas organizadas (partidos), que expresan la diversidad existente en la sociedad, que han encontrado un método participativo y pacífico para nombrar gobiernos y órganos legislativos, lo cual coadyuva a la coexistencia de la pluralidad.


16. El mundo de la representación plural lo forjó la gente votando. En 20 años, a través del voto, el universo institucional cambió de manera radical. De un espacio ocupado (prácticamente) por una sola fuerza a un espacio habitado por la diversidad. (Datos: 1988, todos los gobernadores, todos los senadores y el 82 por ciento de los diputados eran del PRI; hoy tenemos gobernadores de tres partidos y en el Senado y la Cámara de Diputados ninguno tiene mayoría absoluta de escaños. Y eso lo realizaron los ciudadanos votando).

17. El voto ha sido un instrumento inmejorable para ampliar el ejercicio de las libertades.

18. Si algunos de los que llaman a anular el voto quieren participar en el espacio de la representación política tendrán, más temprano que tarde, que organizar su propia opción, y en ese momento aparecerá un nuevo partido (Ni modo, son inescapables).


19. El voto nulo tiene además un tufo de desprecio hacia una institución central de la República: la Cámara de Diputados. Porque me pregunto: ¿cuántos de los que llaman a anular el voto lo harían si lo que estuviera en juego fuera la Presidencia de la República?


20. Hay que crearles un contexto de exigencia a políticos, partidos, congresos y gobiernos. Pero no es abandonando la plaza y dejando que otros decidan la mejor opción.


21. Los preocupados por la vida política del país están obligados a generar diagnósticos y propuestas de reformas, fórmulas de organización, agendas que graviten sobre la toma de decisiones, mecanismos de rendición de cuentas, en una palabra, una trama civil que eleve la presencia de las organizaciones y las propuestas que emergen desde la sociedad. Y ello no está ligado, necesariamente, al voto nulo.


22. Los propios partidos, por necesidad o por virtud, han incorporado a sus listas a ciudadanos no afiliados a ellos (ejemplos: Guadalupe Loaeza -PRD-, Gastón Luken -PAN-, Alejandro Gertz Manero -Convergencia- Jaime Cárdenas -PT-, Miguel Galván -PSD-).


23. Porque "todo lo que es también puede no ser" (Milan Kundera, Un encuentro, Tusquets, México, 2009, P. 100). Y espero que un día no nos encontremos sin partidos, elecciones, Congreso plural, división de poderes y súmele usted.


Ahora bien, quiere usted abstenerse o anular su voto, hágalo. Está en su derecho. Piense, sin embargo, en los que ya asumen su representación.

¿Por estos partidos?

Jorge Javier Romero
Publicado en El Universal
23-junio-09

He decidido votar de una manera que va a ser considerada no válida a la hora del cómputo. El sistema electoral anulará mi voto, no yo. He decidido no votar por los partidos con registro. Lo haré por un movimiento al que pertenezco y que no me ha pedido su voto. Que no busca los votos de nadie. Lo mismo pasaría si votara en el espacio dedicado a ello en las boletas por un candidato sin registro. Mi voto sería anulado. Pero voy a ir a votar porque creo que el voto sirve. Sirve para llevar al gobierno o al Legislativo a quienes nos convencen. También para votar por el menos malo o evitar que llegue alguien que consideramos catastrófico. Para premiar a los eficientes y para castigar a los maletas. Pero a veces hay que usarlo para pedir la ampliación de la representación, para decir que las opciones existentes no satisfacen, que hace falta abrir el juego.

No creo que todos los partidos sean iguales. Hasta en la época más cerrada del PRI había diferencias entre éste y el PAN, pero muchos de los que ahora dicen que hay que elegir a fuerza en el menú que nos ofrecen —a pesar de que todos platos huelen a medio podrido, sean unos de pollo otros de pescado y otros de carne— no votaban ni por el PRI ni por el PAN ni por el PPS o el PARM. Claro que la elección era un montaje y eso justificaba la abstención. Mucho más eficaz resultó la promoción de candidaturas independientes que no eran contabilizadas pero que movilizaron a las urnas a un voto de protesta que se hizo sentir y contribuyó a la apertura del sistema de partidos.

Los partidos de hoy no me satisfacen cada uno por diferentes razones. El PAN, por su clericalismo, su moral excluyente que fuerza a las mujeres a morir, ir a la cárcel o a una maternidad no deseada. Por su obcecación en una estrategia militar de combate al crimen y no de inteligencia. Por su equivocada política de drogas; por pacatos e ineficientes. No quiero votar por el PRI porque son corruptos, no son demócratas, privilegian la lealtad mafiosa frente a la capacidad y el desempeño técnico y son oportunistas capaces de renunciar a su tradición dizque liberal y aliarse con el PAN y con la Iglesia para mantener poder, aunque eso signifique pasar por encima de los derechos de las mujeres; además, piden un voto de creencias, no de razones. No quiero votar por el PRD porque son fraudulentos; son representantes de la falta de compromiso con las reglas, son tramposos, no tienen ideas; su campaña me parece infantil, ñoña, han logrado perder el apoyo que traían, son incapaces y carecen de ideas. No puedo votar por la demagogia del partido pretendidamente verde, que vende la venganza como justicia y engaña a los ciudadanos con ofertas tramposas, típicas de los mercachifles que son. Nueva Alianza lo descarto pues es la expresión más ominosa del control clientelista de un gremio, instrumento político de una mafiosa. El PT no me atrae ni remotamente; no me parece que beneficie en nada a la izquierda mexicana el pensamiento de Alberto Anaya y no creo que Muñoz Ledo vaya a hacer grandes aportaciones al debate. Convergencia es el feudo de un cleptócrata. Tampoco quiero votar por la banda de López Obrador repartida entre los dos últimos partidos. Los del PSD navegan con los saldos de una plataforma plagiada de aquellos a quienes echaron a patadas de una organización convertida en botín.

Creo, además, que el efecto de las elecciones federales intermedias es menor sobre el arreglo político, aunque esa es otra historia. De ahí que considere una buena oportunidad para manifestar un malestar que en otras circunstancias sería menos propicio expresar. No dudo que entre quienes proponen el voto nulo haya quienes lo hacen desde una perspectiva cacerolera o con intenciones golpistas. Pero no creo que sea la mayoría. Por el contrario, lo que predomina es una percepción de no representación. Es una opción que se está abriendo paso entre las capas medias medianamente educadas que tienen acceso a internet. Y lo que ahí se expresa es que no son satisfactorios los partidos existentes y los resultados de la política dejan mucho que desear.

Si el voto no válido se multiplica por tres, si ronda en 10%, eso podría decir que votantes suficientes como para darle el registro a tres partidos nuevos no se sienten representados y quieren manifestarlo. Seguramente tiene razones diversas para hacerlo, pero el hecho es que a esa parte de la población ninguno de los partidos lo convoca a votar. ¿Quiénes están mal, los ciudadanos o los partidos?

Mi voto será por una democracia de más calidad, con mejores partidos, más competitiva, con mayores libertades y más laica. Por una nueva ley de partidos, que permita el registro para participar en las elecciones a partir de un programa, unos estatutos democráticos y una lista de candidatos, sin dinero en efectivo, sólo con prerrogativas de acceso a medios. Será, además, un acto de libertad.

Por ahí alguien dijo que lo que deberían hacer quienes llaman al voto nulo es hacer un partido. Precisamente eso es lo que no se puede hacer hoy en México. Y no se podrá, con la ley actual, hasta 2013 para participar en 2015. Ese es el problema: que la entrada a la representación es estrecha y protege a los ineficientes. Por eso hay también quien clama por las candidaturas llamadas independientes. Algo está podrido y es hora de airearlo.

Voto nulo

Juan Enriquez Cabot
Publicado en Reforma
22-junio-09

¿No sería bueno modificar la legislación electoral para permitir una verdadera democracia en vez de una partidocracia? Los partidos se han vuelto fiel reflejo de la economía mexicana. Son un conjunto oligopólico de intereses que buscan, ante todo, enriquecerse y perpetuar su poder. Habría entonces que impulsar una sencilla reforma para que las elecciones verdaderamente reflejen lo que quiere la gente; habría que darle estatus de candidato al voto nulo.

El movimiento voto nulo no se inventó en México. Es un fantasma recurrente que aparece a lo largo y ancho del mundo cuando la gente siente que es imposible cambiar el gobierno usando las reglas establecidas. Es instrumento que se ha usado para combatir tanto a dictaduros como a oligopolios bipartidistas y multipartidistas. Es grito de "ya basta". Es movimiento que aparece cuando ningún partido resulta en cambio o en mejora de la situación económica, o en mínima seguridad.

Tradicionalmente, el voto nulo es aviso pre-revolucionario. Es instrumento de desesperación, no de reforma eficaz. Es gritar, sin palabras, sin apoyo institucional y canalizado, estamos hartos del statu quo. Es reflejo de furia contenida por sentir que casi todos son una bola de pillos mentirosos o timoratos impotentes o idealistas perdidos. Es saber que los que están, y los que compiten, no pueden con el paquete. Prometieron y prometieron hasta que les prestamos las llaves. Acto seguido nos devolvieron la pobre troca deshecha y sin gasolina. Y ahora quieren seguir manejando bajo la premisa de que los otros son aun peores, aun más corruptos, aun más peligrosos...

¿No estás harto de votar por el menor de todos los males? No a veces, cuando sales, vas pensando voté por éste aunque es medio menso y medio corrupto, pero por lo menos no está tan loco como el otro. La excusa que da gente como Santiago Creel para mantener este sistema es que un voto nulo "elimina representación". Su queja de fondo es que "plantea rechazo sin propuesta alternativa".

Pos generamos pues alternativas... Para transparentar la protesta y asegurar el cambio, habría que darle personalidad jurídica, como candidato oficial, al voto nulo. Esto aseguraría que no todo error se contabilice como protesta y demanda de cambio. Aclararía si la abstención es señal de indiferencia o de furia. Si el voto nulo fuera voto oficial, y si tuviera estatus como candidato, no sólo sería buen barómetro de protesta, frustración y enojo, también pudiera ser mecanismo eficaz de cambio.

Si el voto nulo tuviera personalidad jurídica, todos los que compitieran contra el voto nulo pudieran perder ante el voto nulo. En caso de ganar el candidato nulo se tendría que convocar a nueva elección, para ese puesto en particular. Los partidos listos presentarían nuevos candidatos (a menos de ser lo suficientemente necios y torpes para osar presentar, de nuevo, a los perdedores a nueva elección y humillación). Y dado que uno de los principales motivadores de los partidos es la lana, el tener que sufragar y pagar una y otra vez nuevas campañas, sería no sólo vergonzante sino también caro.

El poder votar, de manera oficial, por "ninguno" obligaría a los partidos a enfrentarse no sólo entre sí mismos sino también, de frente, a la sociedad. Los arreglos, acuerdos, compromisos que ahora se dan en lo oscurito, las concertacesiones, serían sujetos a humillante veto público. ¿En el distrito X presentaste malos candidatos para apoyar al candidato del corruptísimo niñote verde? Aguas, pudiera haber resaca. Frente a estas maniobras, le daríamos al elector la opción de decir no nos gusta ninguna de las opciones, borrón y cuenta nueva. Presenten otra terna.

Si México llegara a tener los pantalones y la visión para implementar este tipo de reforma no sólo afianzaría su democracia y empujaría reformas esenciales sino sería un país bastante más seguro. En lugares donde vuelve a ganar una y otra vez el nulo hay lío de fondo. Éste es un radar para identificar amplio descontento en país donde existe mucha furia y frustración. Es instrumento para canalizar descontento y forzar cambio. Además nos volvería ejemplo mundial. Ninguna clase política ha tenido los pantalones para implementar un cambio similar. Sería una manera de cambiar el debate sobre migración, influenza y violencia hacia un México como ejemplo de democracia crítica y avanzada. En otros países muchos se preguntarían ¿por qué no hacemos lo que hacen en México?

Dado que el IFE es ahora prisionero partidario, este tipo de reforma no va a originarse ahí. Tampoco va a tener mucho apoyo entre los aparatchiks de la partidocracia. Más bien habría que organizar un referéndum, estado por estado, municipio por municipio, delegación por delegación, donde se someta a votación ciudadana una sola pregunta: "En aquellas ocasiones cuando todos los partidos presenten malos candidatos para un puesto de elección, ¿te gustaría tener la opción para poder votar, de manera oficial, para que ninguno llegue al poder?".

¿Voto útil, voto inútil?

Gabriel Guerra
Publicado en El Universal
22-junio-09

Si alguien hubiera dicho hace unos años que Irán podría ser un laboratorio para ver los avances y retrocesos de la democracia en países en desarrollo así como los riesgos y encantos del populismo, habría encontrado miradas escépticas. Imagínese si ese mismo alguien hubiese aventurado que México encontraría ahí puntos para la reflexión…

En 2005, los alcaldes de dos grandes capitales y centros urbanos se lanzaron en pos de las respectivas presidencias de sus países. Ambos fueron tildados por sus contrincantes como radicales peligrosos, dictadores en potencia, populistas sedientos de poder. No faltaron comparaciones con personajes como el venezolano Hugo Chávez y advertencias de los riesgos de sus potenciales victorias. Tampoco faltaron los que aconsejaban la calma y la paciencia, que no observaban esas tendencias en los dos harto populares políticos.

Con un año de diferencia, ambos se sometieron al veredicto de las urnas. Uno ganó y el otro perdió pero se negó a reconocer el resultado. Cuarenta y ocho meses más tarde, el segundo continúa en campaña, con el mismo discurso, intensificado por las acusaciones de fraude, lejano a las posturas que le hacían verse moderado mientras gobernó la segunda ciudad más grande del mundo.

El vencedor de hace cuatro años hizo mucho de lo que se temía, incluido un endurecimiento del discurso y una serie de afirmaciones que mostraron su ignorancia, su intolerancia y su capacidad para escandalizar, ofender y confundir al resto del mundo. Si dejamos a un lado a la comunidad internacional, podríamos decir que dividió y polarizó a la sociedad. Mahmoud Ahmadineyad parece haber manipulado el reciente proceso electoral provocando una revuelta popular que no da señales de abatimiento.

El advertido populista, el radical y el dictador en potencia resultó serlo. Paradojas de la vida, de los dos alcaldes de hace cuatro años, uno se dice víctima de un fraude electoral y del otro se dice que es el beneficiario de uno similar o incluso mayor.

¿Y dónde están los paralelismos entre Irán y México? En primer lugar, en lo acotado que resulta el poder presidencial. Allá por los clérigos que tienen la última palabra, acá por los poderes fácticos que limitan y estorban: sindicatos, caciques, empresarios renuentes a ceder privilegios, los medios electrónicos, los “movimientos sociales” que sólo se mueven cuando de obstaculizar se trata…

Segundo punto, la fragilidad de las instituciones públicas. No parece existir una cultura de respeto ni por las reglas del juego ni por lo que un Hidalgo habría llamado “las instituciones que nos dieron patria…”. Cierto es que en Irán la religión organizada se ha convertido en el factor de poder, que dicta lo mismo normas éticas que de conducta pública, pero lo ha hecho más a través del terror y el chantaje que del convencimiento ferviente. En México ni a eso llegamos, el Estado mexicano no tiene ni el monopolio de la fuerza ni el de la violencia ni el de la garantía de la seguridad de sus gobernados. Y nuestros partidos políticos sólo tienen el monopolio de la manipulación, así como de los dineros públicos para continuar con su aprovechamiento del fallido sistema dictado y organizado por ellos mismos.

En tercer lugar encontramos la reacción de una ciudadanía cansada de los malos manejos, de los abusos, de los excesos, de la ineficacia, de las trampas y las mentiras. En Irán han salido a las calles, retando no sólo al gobierno sino también al supremo liderazgo religioso. Independientemente de que se trate de manifestaciones de la clase media ilustrada, o de que no puedan aspirar a transformar las cosas, es innegable que han sacudido al sistema y puesto a los clérigos a reflexionar.

En México, toda proporción guardada, hay un movimiento similar en marcha, sólo que previo a las elecciones. Porque los ciudadanos están insatisfechos con la democracia mexicana, tan cacareada y costosa, que hoy se encuentra en franco retroceso.

Hay voces, muchas y muy respetadas, que animan a no votar o a anular el voto. Nos dicen que será una señal de rechazo al statu quo, que los partidos no podrán ignorar a millones de votos en blanco. Yo tengo mis reservas, porque el sistema electoral está diseñado para ignorar a esas voces en blanco, para tildarlas de errores, de confusión de los votantes y no de rechazo al proceso mismo o a los participantes en él.

Mis dudas aumentan porque no es éste un país en el que los políticos tengan un sentido de responsabilidad desarrollado, ya no hablemos de su capacidad autocrítica. Dirán que han aprendido la lección, pero intentarán continuar como siempre. En vez de ganarse el voto, los partidos se han encargado de perderlo. Los ciudadanos tenemos que encontrar la manera de rescatarlo, no para ellos, sino para que a nosotros nadie nos lo pueda regatear ni escamotear.

En Irán han salido a las calles para cambiar las cosas. En México habrá quien se quede en casa para lograr lo mismo. No sé si sea la vía correcta.

Punto y coma: el voto nulo

Adolfo Sánchez Rebolledo

A quienes les angustia el divorcio entre la ciudadanía y los partidos les pediría que esperen al 6 de julio. Ese día comenzará la campaña presidencial de 2012 y las cosas se verán con otros ojos.

Una vez asentados en sus curules, los nuevos legisladores y funcionarios, ya sea de buena fe o por simple oportunismo, se darán tiempo para atender algunas de las demandas planteadas surgidas de la protesta moral en favor del voto nulo. No sé si los políticos habrán asimilado la lección que se les ha querido dar, pero más de uno querrá saludar con sombrero ajeno a la sociedad civil, con la legitimidad erosionada, pero en pleno uso de sus facultades constitucionales. Con un PRI en ascenso y la izquierda en caída libre, la composición de la cámara será muy importante a la hora de fijar la agenda legislativa. El gobierno, pese a todo, habrá atravesado la peor crisis de la historia de México sin un gran cuestionamiento electoral a su gestión.

No es descabellado pensar, pues, que en la lógica de la carrera presidencialista, algunos partidos acepten examinar algunos de los puntos sensibles de la protesta, comenzando por la revisión de la reforma electoral, la relección de los diputados, y algunos otros temas calientes, como la apertura a las candidaturas no partidistas, cuyo interés crecerá en función de 2012. Los anulistas, como se han hecho llamar, podrán sentirse satisfechos si esa discusión se da, aunque es difícil imaginar el curso que seguirá la protesta, dada su contradictoria variedad de posiciones. En todo caso, ¿habremos iniciado, como dicen, una nueva forma de hacer política donde derechas e izquierdas se dan la mano? Veremos.

Como el debate es intenso, no quiero dejar de comentar algunas de las opiniones críticas vertidas por los lectores de La Jornada on line a mi artículo de la semana pasada. En primer lugar, reitero que el voto nulo es un derecho establecido en la ley y cualquier ciudadano puede ejercerlo. No se confunde con el abstencionismo ni es una evasión de los deberes cívicos. Es una forma de votar y en ese sentido, guste o no, es un acto político que puede juzgarse desde muy distintos observatorios, sobre todo cuando hay una campaña en forma para promoverlo. La discusión, en todo caso, está en la valoración de su significado aquí y ahora. Por lo demás, me sorprende la intención de identificar a los partidarios del voto nulo con la ciudadanía en general, como si los demás votantes fueran una raza aparte. Que hay hartazgo y deseos de expresar el malestar contra los partidos (más contra unos que contra otros) es obvio. Que muchos de los críticos son jóvenes que no se resignan a formar parte del vasto ejército del abstencionismo más despolitizado también es una buena noticia, pero ni son todos los jóvenes (más preocupados por el desempleo y la violencia) ni son jóvenes algunos de los autores intelectuales de este experimento.

Así como es absurdo decir que todos los anulistas son manipulados por la derecha y por las televisoras, como me reclama un lector, también lo sería creer que éstas nada tienen que ver en el asunto, sobre todo si se observa cómo surge y evoluciona la crítica a la partidocracia, convertida con éxito tras la reforma electoral en el enemigo a vencer por los defensores de la libertad de expresión. Claro que no hay un líder oculto tras bambalinas, pero decir que todo es espontaneidad exenta de ideologías, intereses o influencias intelectuales me parece una exageración. En beneficio de esa postura se dice que solamente se trata de una simple manifestación de de-sencanto y molestia ciudadana, pero ésa es también una lectura política que nada tiene de ingenua. Entiendo que se diga: no hay en el panorama ningún partido que me convenza, pero desearía que existiera otra opción política capaz de representarme en el Congreso. En vez de eso, algunos nos dicen: no votes, pues los partidos son por definición instrumentos al servicio del poder y la corrupción, de modo que los únicos confiables son los ciudadanos (independientemente de su posición social, ideología o moralidad). Me parece aceptable que los anulistas (menos los más jóvenes) se sientan defraudados por los partidos a los que votaron en 2006, pero han preferido trasladar el juicio político democrático particular a la crítica universal, genérica, al conjunto de fuerzas e instituciones electorales, a la política como tal. Si bien la consigna sal a votar por el que sea, pero vota es indefendible, también lo es aquella que procede de estigmatizaciones al grado de rechazar que entre los partidos y candidatos hay personalidades dignas cuya voz en el Congreso sería indispensable para asegurar la salud de la república, pues, para fortuna de nuestra convivencia, no todos son o representan lo mismo. Hay quienes cifran el futuro de este movimiento en el porcentaje de votos nulos que se registren el 5 de julio. Pero es una visión administrativa de la política.

Si en verdad hay una crisis de representación, los temas de la reforma del Estado, la discusión sobre el régimen político y, sobre todo, la necesidad de replantear un proyecto para México que trascienda la crisis de hoy estará más vivo que nunca. Para la izquierda es vital que la cuestión de la desigualdad ocupe la centralidad, aunque a muchos demócratas les parezca un tema fuera de moda.

¿Votar o no votar? ¿Cuál es tu propuesta?

Ricardo Alemán
Publicado en El Universal
18-junio-09

Es seguro que por lo menos en una ocasión te ha llamado la atención el debate en torno a las muchas modalidades del voto que han propuesto los llamados “abstencionistas”.

La provocación de hoy va en ese sentido.

¿Seguramente tienes una postura al respecto? Por eso, la pregunta se convierte en elemental.

¿Cuál es tu mejor argumento a favor de votar o –en sentido contrario--, en contra de votar?

Se valen todas las variantes que ha producido el debate.

Es decir, argumentar por la abstención, o no acudir a la urna; la anulación del voto; tacharlo o poner una consigna. Además de votar por un candidato no registrado, como está previsto en la boleta, o de plano “votar por el no” --como aquí lo hemos propuesto--, por “así no”, como lo sugiere la ex presidenta del PRI, Dulce María Sauri, y hasta asumir la postura de Alejandro Martí, de condicionar el voto a los resultados.

El voto, hemos sostenido aquí, “no sólo cuenta cuando se cuenta”, sino que también tiene voz; la capacidad de gritar, por ejemplo, que estamos hartos de los partidos y su monopolio.

La única precisión que hacemos, para que le entres a la provocación de hoy, es que nos regales argumentos al momento de exponer por qué si estas de acuerdo en votar en la forma convencional, o por qué no.

Te recuerdo que para nosotros el asunto no es ninguna novedad.

En realidad en nuestro espacio hermano –el Itinerario Político--, iniciamos el debate desde el 30 de mayo de 2006.

Entonces dijimos que más allá de la polarización que se había producido por la elección presidencial, en el fondo los ciudadanos teníamos nuestros derechos mutilados. Entonces titulamos el Itinerario Político así: “Votar por el No”.

Luego retomamos el tema el 31 de agosto de 2008, a propósito de la multitudinaria manifestación a favor de la seguridad y contra la incapacidad de los gobiernos, azules, tricolores y amarillos. Titulamos la entrega del Itinerario Político así: “Ciudadanos en marcha”, y dijimos que esa movilización era el antecedente de lo que se puede convertir en un movimiento a favor del castigo a los partidos, a través del voto.

Ya en 2009 regresamos al asunto el 01 de junio pasado. El Itinerario Político: “No”.

Dijimos que el debate por el voto blanco parecía salido del Hamlet shakespeariano: ¿Votar o no votar? Pero advertimos que el dilema no se puede reducir a eso. ¿Por qué? Porque el voto y su significado son únicos, individuales, íntimos e intransferibles, y que en democracia su significado se sintetiza en la libertad de expresión

De vuelta nos ocupamos de otra vertiente el pasado 10 de junio. Titulamos el Itinerario Político así: “Que griten los votos”. Expusimos que a despecho de los que se escandalizan por el voto en blanco, el fenómeno crece como la espuma. Los votos no solo cuentan cuando se cuentan, dijimos, sino que su grito va más allá de su valor numérico. Es una sanción social fundamental.

Y finalmente titulamos el Itinerario Político de ayer miércoles de la siguiente manera: “Ganó el voto blanco”. ¿Por qué decimos que ganó el voto blanco?

Elemental. Porque ante la avalancha de abstencionistas, los jefes de PRI, PAN y PRD recularon y dijeron que habrá cambios en la reforma electoral.

Vale recordar --por su valor democrático y su pertinencia en el tema--, la definición de John Locke sobre Opinión Pública, contenida en su clásico “Ensayo sobre la inteligencia humana”.

Dice: “Los hombres, en la formación de la sociedad política, han renunciado a favor del poder político, al uso de la fuerza contra un ciudadano, pero conservan de hecho el poder de juzgar la virtud y el vicio, el bien y el mal de sus acciones. La ley de la Opinión Pública se coloca junto a la ley divina y a la ley civil, y su sanción es la reprobación y el elogio por parte de la sociedad, de tal o cual acción del gobierno”.

El voto, en manos de los ciudadanos, que son la Opinión Pública, son la mejor arma, no solo para que sean contados, sino para gritar.

¿Cuál es tu propuesta?

Yo, por el voto nulo

Javier Sicilia
Publiado en el Proceso
17-junio-09


La reciente campaña para anular el voto –el único ejercicio democrático de dignidad ciudadana en estos tiempos miserables –tiene razones poderosas: la descomposición del gobierno, la violencia del crimen organizado y del Estado contra la ciudadanía, la corrupción de los partidos, la reducción de lo político a campañas electorales basadas –en el país de la miseria- en millonarias inversiones publicitarias –el eslogan de pésima calidad y la imposición totalitaria de los rostros de sus candidatos-, el sometimiento del Estado a los intereses del Mercado; es síntesis, el pudrimiento de la vida política; lo político reducido a la corrupción de una clase parásita que le cuesta demasiado a un país empobrecido por ella.

Sin embargo, estas razones de orden ético no son la causa, sino síntomas de dos realidades que en menos de 10 años han conducido al mundo a una crisis global: la economía como el único valor al cual se ha supeditado el complejo tejido social, y la desproporción del Estado como principio rector de la conformación social. Del primero me he ocupado abundantemente en páginas. Del segundo he hablado menos. Recurro a un teórico pensador mexicano, Roberto Ochoa, que próximamente publicará un libro fundamental, Muerte al Leviatán.

Así como en biología Haldman y Thompson formularon la teoría de la morfología biológica, cuyo tema es la proporción que existe entre el tamaño y la forma de los seres vivios –tal forma y tal ser sólo pueden existir a cierta escala, pues pasado cierto umbral en el crecimiento o la disminución de su tamaño los haría perecer-, Kohr y Ochoa muestran que la descomposición de un país –cuyas causas en el nuestro llevan a la campaña de anulación del voto- se basa en un crecimiento desproporcionado del Estado que sólo puede mantener su existencia mediante todas las formas posibles de violencia –desde la guerra sucia y la manipulación mediática hasta la represión y el crimen.

Para que una democracia sea, es necesario que permanezca en una escala en la que –como en la Grecia de Pericles o en el zapatismo y sus Caracoles- la vida política sea la de un mundo en donde todos se conocen. Pasado ese umbral, la lógica de la soberanía que hace perder la proporción y la diferencia sólo encuentra sustento en la escalada de poder; así, un Estado utilizará cualquier tipo de violencia que le permita acumularlo. De esta manera, la vida política deja de ser el sitio del común para convertirse en el de la guerra por el poder, el sitio para el crecimiento desmesurado en contra de cualquier bien.

Esta idea del crecimiento permanente, que tiene su rostro más claro en la noción del desarrollo que el Estado auspicia, es absolutamente moderna en la medida en que, escribe Ochoa, sólo en la modernidad “el hombre se considera soberano del mundo y señor de la naturaleza (y) piensa que los límites son sólo obstáculos” que pueden superar por la fuerza. “El Leviatán (la invención de Hobbes que nuestra modernidad toma como un axioma y no como una construcción histórica que ha entrado en una crisis fatal) ha borrado los márgenes físicos dentro de los cuales (el cuerpo de la vida social, el común) encuentra su tamaño apropiado, (ha creado un) espacio neutro y abstracto en el que aquí y allá ya no son proporcionales, sino iguales (y piensa) que desde aquí (un locus proporcional) puede extenderse siempre ‘más allá’ sin consecuencias: ocupar, conquistar y dominar”, bajo la máscara de la administración y no de la política. Así es como la vida democrática –reducida al voto- destruye el común e instaura la tiranía de los partidos, de las corrupciones, de la violencia del Estado, de las guerras intestinas por el poder y el uso del Mercado, de la distancia entre el gobierno y la vida ciudadana, y de la utilización de esa vida como mera carne electoral que legitime la condición parásita de los partidos.

La llamada a la anulación de voto es así una protesta oscura que habla del desfondamiento no sólo de un modelo económico que ha llegad al más alto grado de su contraproductividad, sino de un modelo político que en su gigantismo también ha dado de sí y se ha vuelto apolítico. Con ese “No” en las urnas, los ciudadanos no debemos buscar la recomposición del Estado y sus instituciones –es precisamente su desmesurado tamaño el que ha generado la descomposición de la vida política que provoca nuestro hartazgo-, sino acotar su ambicioso poder de dominación y construir una nueva Constitución basada –como lo propone lo mejor del zapatismo- en la proporción, en los límites, en las autonomías, donde la confianza mutua permite el florecimiento de las verdaderas democracias y las verdaderas economías. Se trata –vuevlo a Ochoa- de redefinir umbrales, esos lindes que, acotando el poder, separan “el terreno inhóspito del habitable (y a partir de los cuales) podemos edificar un ‘techo común’ que nos resguarde y nos permita hermanarnos”.

Es la única salida frente a las desmesuras del Estado y el Mercado. Una salida dolorosa, como todo aquello que quiere la salud. Buscar paliativos es sólo alimentar la enfermedad que nos llevará a la muerte y a perder de vista la sustancia de lo que puede salvarnos.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-CM del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro, liberar a los presos de Atenco y de la APPO, y hacer que Ulises Ruiz salga de Oaxaca.

A favor del voto nulo

Armando Román Zozaya
Publicado en Excelsior
17-junio-09

El voto nulo no sólo es legal y democrático; es necesario, especialmente en el México de hoy. De hecho, al contrario de lo que argumenta Germán Martínez, presidente del PAN, en un artículo publicado en El Universal, dicho voto no pretende minar a la democracia misma, busca fortalecerla. Y es que no se trata nada más de repudiar a la clase política, sino de demandarle seriedad. De igual manera, no estamos ante un “anulas y te vas”, sino ante un “anulamos, exigimos, nos quedamos y, si siguen igual, volvemos a anular”. En otras palabras, el voto nulo pretende orientar el hartazgo ciudadano, provocado por políticos, partidos, funcionarios, etcétera, en dirección de una manera diferente de votar: antes, los políticos ofrecían y nosotros decidíamos; ahora, nos hemos adelantado y ya decidimos que, si quieren nuestro voto, no bastan las promesas: exigimos hechos concretos. Una vez que dichos hechos sean, en el futuro votaremos por quienes nos hayan escuchado; les premiaremos: la democracia se habrá robustecido.

Se dirá que no, que el voto nulo es indeseable porque “no genera ningún tipo de mandato” ni “representantes encargados de promover las reformas” que el país necesita. De hecho, es “un mensaje en una botella, sin destinatario ni remitente” y, por lo tanto, “puede terminar siendo un voto a favor del statu quo”, argumentos expresados por uno de los consejeros del IFE, Benito Nacif, por medio de un par de contribuciones publicadas en nuestro Excélsior. Sin embargo, es evidente que el voto nulo sí tiene destinatario y remitente: el mensaje es para la clase política; el remitente, una buena parte del electorado. Es igualmente obvio que anular el voto sí conlleva un mandato puesto que no votar por nadie equivale a hacer explícito que ninguna opción es convincente. Así, el mandato es: “¡Convénceme!” Para ello, es necesario que los políticos ya no sean lo que son, no operen como operan y entreguen resultados concretos.

Lo que deseamos quienes estamos a favor de la anulación es, entonces, que nuestros políticos sean serios. Quien no entienda esto, no ha entendido nada, es decir, no ha comprendido por qué muchos mexicanos estamos hartos de quienes, por décadas, se han burlado de nosotros, han utilizado nuestros impuestos inadecuadamente y nunca han rendido cuentas de verdad, entre otras cosas. De esta manera, el voto nulo no tiene por qué coadyuvar a mantener el statu quo, sino todo lo contrario: es una exigencia de cambio. Pero claro está que, si los partidos optan por ignorar dicho voto y todo lo que conlleva, entonces sí seguirá el statu quo. No obstante, este no es un problema asociado a la anulación, sino al hecho de que los políticos no hacen caso al electorado inclusive cuando sí reciben su apoyo, o sea, es un problema provocado porque, una vez que han ocurrido las elecciones, los partidos “olvidan” sus promesas de campaña. Dicho de otra manera, ya nos cansamos de votar por algún partido en concreto para que luego no cumpla lo prometido, es decir, para que el statu quo continúe. Así, mejor no votamos por nadie y, de esta manera, gritamos a los cuatro vientos que estamos hartos de cómo se hace política en México. Si los destinatarios optan por no escucharnos, habrán demostrado que tuvimos razón al anular: no les importa lo que los electores les piden (en este caso, seriedad y responsabilidad). Eso sí: si siguen sin hacer caso, seguiremos sin votar por partido alguno; no nos callaremos.

Por supuesto, como ya hemos dejado ver, no se trata nada más de anular y ya: es necesario que, quienes no creemos en ningún partido, nos organicemos y exijamos un día sí y el otro también que la clase política cumpla con sus obligaciones. En segundo lugar, es indispensable que concretemos una agenda de reformas y busquemos su implementación. Y si los políticos no reaccionan, de nuevo anulemos y continuemos exigiendo. Igualmente, si se nos achaca el debilitar a la democracia, respondamos que estamos a favor del voto y los partidos, aunque no a favor de ninguno de nuestros partidos específicamente. Si se nos acusa, como lo hace Germán Martínez en el texto ya mencionado, de buscar el colapso del gobierno federal o del país mismo, respondamos que precisamente por miopes y sectarios —¿anular el voto equivale a anhelar que el país se colapse?— los políticos nos tienen cansados. Y si se nos recrimina que no contamos con propuestas concretas, contestemos que, por lo pronto, tenemos una: ¡no más política a la mexicana! Si lográramos esto, la ruta estará abierta para seguir adelante: ¡ojalá!

El voto del malestar

José Carreño Carlón
Publicado en El Universal
17-junio-09

Un profundo malestar en la política está en la base de la actual falta de sentido de pertenencia de los mexicanos al sistema electoral y de la deserción ciudadana de los procesos electorales en curso. Es un malestar que se nutre de la acumulación de agravios que se publican cada día desde hace años, agudizada por la más reciente percepción de que los partidos se han vuelto excluyentes del interés de la población.

Desde la sociedad se ha respondido con una serie de incentivos para ir a las urnas. Se insta a protestar anulando el voto, a pactar compromisos específicos y exigibles con los candidatos o a emitir votos de castigo, otorgándolos a favor de los partidos que causen más daño a los partidos que han fallado al gobernar.

Ante esas propuestas, la franja abstencionista y la proanulación podrían terminar por establecer el 5 de julio que los partidos no han mostrado ser dignos de crédito para pactar acuerdos con sus electores, que no hay partido al cual recompensar con el voto para castigar a otro y que todos merecen por igual ser castigados con la abstención o la anulación.

Lo notable es que a pesar de que desde los años 70 no se promociona la abstención, y de que sólo 18% del electorado se ha enterado de la propuesta de anular el voto —porque el debate prácticamente no se ha recogido por la televisión—, ambas opciones se han erigido en los enemigos a vencer por la autoridad electoral y los partidos.

Viaje al vacío

Y es que la abstención prevista es mayor que la votación esperada de todos los partidos juntos. Y la anulación del voto alcanza ya una intención de entre 7% y 10%, cuatro o cinco veces más que las intenciones de voto de cada uno de los partidos pequeños, la mitad de la intención a favor del PRD y la tercera parte del PAN o del PRI.

Y eso que entre todos ellos mantienen saturados los medios con frenéticos llamados a votar por sus candidatos y a destruir a los contrarios, mientras que los promotores del voto nulo no cuentan con prerrogativas económicas para promover su causa, ni pueden anunciarse en los medios porque la autoridad electoral y los partidos excluyeron a los particulares de ese derecho. Tampoco pueden responder en esos espacios a los mensajes de descalificación que les lanzan, ni podrán defender los votos anulados, porque no tendrán representantes en los órganos electorales.

Por eso al final los poderes resultantes de la elección podrán instalarse, formalmente, en el vacío o con franca minoría de votos: los partidos mejor librados, acaso con la tercera parte de menos de la mitad del electorado.

Está por verse

Pero no pueden llegar muy lejos con un abstencionismo y un voto nulo portadores del rechazo de la mayoría de la población. Las elecciones españolas de 1931 fueron de carácter municipal, o sea que, formalmente, no afectaban al poder del rey. Pero la victoria de las candidaturas republicanas en las ciudades dejó en el vacío el reinado de Alfonso XIII y con su huida le abrió el paso a la proclamación de la República.

La falta de candidatos presidenciales registrados frente al candidato del PRI en 1976 y la explicable abstención ciudadana dejaron en el vacío un sistema en extremo excluyente, lo cual condujo en 1978 a un sistema incluyente de las minorías, sin hacerlo todavía competitivo ni equitativo. Esto se logró tras la elección de 1988, que mostró la inoperancia del viejo sistema para procesar las nuevas condiciones de competencia electoral, lo que abrió paso en los 90 a un nuevo sistema considerado por primera vez competitivo y equitativo.

Ahora está por verse si los partidos serán capaces de corregir los sesgos impuestos al nuevo sistema por los arreglos políticos de entre 2003 y 2007, que lo volvieron otra vez excluyente, de acuerdo al actual sentimiento de malestar en la política y de pérdida del sentido de pertenencia del ciudadano al sistema político, por sus agravios a la sociedad y a sus magros resultados a favor de la población.

Recta final

Jorge Alcocer V.
Publicado por Reforma
16-junio-09


Salvo una, las encuestas publicadas coinciden: el PRI será el partido de más alta votación; le seguirá el PAN, a una distancia de entre 4 a 6 puntos porcentuales, y en tercer lugar el PRD, cuya debacle será en función directa del tamaño del boquete que le abra su ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, dedicado de tiempo completo a dar oxígeno al PT y Convergencia.

Queda un margen de duda sobre la conformación de la siguiente legislatura de la Cámara de Diputados; me refiero a la posibilidad, remota pero no imposible, que el PRI alcance 251 diputados. Según las estimaciones de la revista Voz y Voto, en colaboración con la empresa encuestadora que dirige Federico Berrueto (GCE), el tricolor podría tener entre 160 y 180 diputados de distrito; por debajo de la primera cifra más distante es su probabilidad de obtener mayoría absoluta, ya que la Constitución determina un límite de 8 puntos porcentuales a la sobrerrepresentación. Es decir, si un partido obtiene el 40% de los votos, lo más que podrá alcanzar es el 48% del total de curules en San Lázaro.

Para el PAN las perspectivas son desfavorables; su apuesta ha terminado siendo una especie de control de daños, minimizar las pérdidas. Empeñado en marcar el tono y la tonada del debate en campaña, su actual jefe nacional decidió, por sí o por instrucciones desde Los Pinos, aplicar una táctica para blindar al presidente Felipe Calderón de las críticas opositoras. Para tal fin se subió al ring de manera tempranera y agotó en el primer round el repertorio de golpes bajos en contra del PRI. Eligió el terreno minado del narcotráfico y lo politizó a grado extremo, polarizando la confrontación con el viejo y conocido modelo de Goebbels (conmigo o contra mí). Salvo que tenga un golpe sorpresa de último minuto para noquear a su adversario, ha dado todo lo que podía.

Contra viento y marea, críticas internas de por medio, la táctica de silencio de Beatriz Paredes ha rendido frutos. Especu- lar sobre los efectos que habría tenido la respuesta inmediata y virulenta al PAN es posible, pero ocioso. Lo que está a la vista es que el PRI mantiene una ventaja, nada despreciable, a menos de dos semanas del fin de la campaña. La tlaxcalteca juega ajedrez, sus adversarios -internos y externos-, damas chinas. Despreció el debate cuando le convino, lo convocó cuando era demasiado tarde, no para ella, sino para quien ella misma calificó de muchacho pendenciero, al que ha propinado una lección de estrategia.

En el PRD hay llanto y crujir de dientes. Salvo por su sorprendente fortaleza en el DF, casi todo lo demás es Cuautitlán. La niña cocinera puede cautivar a los de su edad, despertar ternura entre los abuelos, pero no le da un solo voto al partido que le paga. Perdidos en el laberinto de los pleitos y guerras tribales, los chuchos tienen como única esperanza no caer por abajo del 15 por ciento de la votación nacional. No por su futuro en San Lázaro, sino por el vendaval que López Obrador les tiene preparado, para expulsarlos o poner casa aparte. La suerte del PRD está en manos de un tercero, se llama Marcelo Ebrard, quien podría convertirse en uno de los ganadores de la jornada, si es que logra derrotar al PAN en las delegaciones Benito Juárez y Miguel Hidalgo.

De los partidos chicos, parece que el negocio verde continuará boyante. La alianza entre el PT y Convergencia dará, en mi perspectiva, para salvar a uno de los dos, que servirá, llegado el caso, como casa alterna para su protector. Nueva Alianza y los Socialdemócratas (PSD) por motivos diferentes tendrán a sus dirigentes mordiéndose las uñas, están al borde la desaparición.

Casi todo está sobre la mesa. Falta la participación ciudadana, la elección libre por el partido y candidato de la personal preferencia. Aunque predomina el pesimismo y la predicción de elevada abstención, creo que veremos cifras muy parecidas a las de 2003; incluso, por paradójico que suene, la campaña por el voto nulo podría empujar al alza el porcentaje de participación ciudadana.


Encuesta de salida

Federico Reyes Heroles
Publicado por Reforma
16-junio-09

La elección del 2009 ya quedó marcada. La discusión sobre la asfixia ciudadana provocada por el inmenso poder de las dirigencias partidarias -la partidocracia- no puede ser ignorada. Frente al hartazgo hoy pareciera importar poco quién será la primera minoría o hasta dónde llegará el castigo a la izquierda dividida. Sin embargo las varias expresiones del hartazgo pueden terminar por diluirse. El reto es convertir ese hartazgo en demandas concretas.

Abstencionismo. Todo indica que será alto, hay quien habla del 70%. En el 2003 fue cercano al 60%. Pero ojo, el abstencionismo es un fenómeno universal, basta con mirar los resultados de las elecciones europeas más recientes para contraargumentar que incluso el 70% es normal en democracias consolidadas. Además el abstencionismo enmascara al hartazgo. En esta elección podría haber dos tipos de abstencionistas. El primero sería el tradicional, quien no sale en elecciones intermedias, ese elector al que le da flojera y se queda a mirar el televisor. Pero podría haber un segundo tipo de abstención, el de los mexicanos cansados de la partidocracia. De ese elector nos interesa conocer su sentir. Sería mucho mejor que fuera a la urna y votara nulo, blanco o independiente.

Voto nulo. Es un derecho pero tiene problemas pues el hartazgo también quedaría enmascarado. El voto nulo por error o lo que sea oscila en alrededor del 3%. Si en el 2009 brincara a 10% o más nos indicaría que hay muchos ciudadanos fastidiados con el sistema. Pero tampoco nos diría qué quieren. Además se cede un espacio frente al voto duro de los tres grandes: los opositores en Oaxaca fortalecerían al gobierno en turno; lo mismo ocurría a las minorías en el Distrito Federal o Jalisco. El voto nulo no ayuda a las minorías. Es de pensarse. La sana solicitud de expresar hartazgo no puede exigir la cesión ante otras batallas muy relevantes.

Voto en blanco. Teniendo vigilancia cruzada, es decir de dos o más partidos en casi la totalidad de las casillas, la posibilidad de fraude está bastante acotada. Pero aún así es una tentación. Más allá de este argumento está el hecho de que tampoco manda un mensaje claro.

Voto por independientes. El Código Electoral es contradictorio: por un lado en los artículos 252 y 265 habla de candidatos y fórmulas "no registradas", incluso se reserva un espacio en la boleta para tal fin. En el artículo 277 se establece la obligación a los funcionarios de casilla de anotar en un acta por separado los votos emitidos por candidatos no registrados, pero no exige anotar el nombre ni de "Esperanza Marchita" ni de nadie.

Voto bajo protesta. Éste engloba a quienes estando en el hartazgo no quieren ceder su espacio electoral. Si este elector no hace algo más, marchar, reunirse o lo que sea, su protesta se perderá.

Entre potenciales abstencionistas inconformes, votos nulos, votos en blanco, voto por independientes y voto bajo protesta se reúnen varios millones de mexicanos. Si votara el 40% del padrón y de allí supongamos un 15% fuera la suma de lo anterior la cifra ascendería a 4.5 millones. Vaya fuerza la del hartazgo. ¿Cómo recoger sus inquietudes? Ése es el reto y hay una solución. Instituciones académicas, universidades y tecnológicos o incluso los medios en general podrían organizar una encuesta de salida. El formato cerrado podría recoger las principales molestias e inquietudes. Está usted a favor o en contra de candidatos independientes, reelección consecutiva de diputados, senadores y presidentes municipales, reducción a 100 de los diputados plurinominales, desaparición de los plurinominales y de los senadores de lista, regulación de campañas negativas, libertad en contratación en medios electrónicos, forma actual de designación de los consejeros electorales del IFE, en fin los temas de BASTA/10 de los cuales algunos han estado en la agenda ciudadana desde hace muchos años pero que, por ser contrarios a los intereses de las cúpulas partidarias, son ignorados. Otros temas son nuevos, surgieron a partir de la contrarreforma del 2007. Incluso se podría preguntar por "Esperanza Marchita" y otros.

Una encuesta nacional de salida este 5 de julio permitiría aglutinar la inconformidad, que es el primer paso, darle una dimensión numérica -saber cuántos somos los inconformes y cuáles son las inconformidades. La encuesta establecería además una agenda con propuestas muy concretas para los próximos legisladores. Habría, eso sí, que convencer a los abstencionistas inconformes de que salgan a votar por cualquier opción. Se podría también organizar un levantamiento específico para conocer cuántos votos se llevó Elisa de Anda, por ejemplo. Una encuesta así no reviste gran complejidad metodológica y se podrían tener resultados esa misma noche. Si se promueve bien alentaría la protesta en sus distintas expresiones. Pongámosle números al hartazgo.


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