El hartazgo y el voto

Javier Solórzano
Publicado en El Universal
5-junio-09


La anulación del voto puede hacer que salga más caro el caldo que las albóndigas. Si bien muchas de las voces que la alientan lo hacen para protestar, con razón, contra la clase política, también hay quienes quieren poner en evidencia a nuestra democracia. La propuesta se mueve entre dos líneas. La democracia se fundamenta en las instituciones y no existe otra forma de ejercerla sino por medio de partidos que suspiran por el voto ciudadano en su búsqueda por el poder. El gran problema, que no es sólo nuestro aunque para variar aquí se agudiza, es cómo hacer que nuestra deteriorada clase política tome conciencia del hartazgo brutal de la sociedad y de que la anulación del voto se ha convertido en la forma más acabada que han encontrado muchos para expresarlo.

La representatividad se construye a través del voto ciudadano. La anulación, por más que sea una protesta genuina, representa al final lo mismo que quienes juegan con el voto y sufragan por Batman o Robin, como dice José Woldenberg. Es un hecho que pocos candidatos emocionan; el panorama, además de poco atractivo, ha creado un “valemadrismo”. Lo peor que está pasando es que nos han dejado de importar las cosas quizá sin darnos cuenta de que al hacerlo estamos dejando de atender la forma en que vivimos.

Está difícil revertir la tendencia. Clase política y gobernantes, de antes y de ahora, se la han pasado en la incompetencia y el absurdo protagonismo. En la mayoría de los casos los ciudadanos sólo les servimos para el voto y como pretexto de sus confrontaciones. Los partidos están siendo una carga y viven enganchados en broncas interminables por más que las escondan. Es grande la tentación de anular el voto, pero no hay duda de que conlleva grandes riesgos. A estas alturas no basta con el voto. Hay que apelar a métodos alternativos para que los ciudadanos hagan valer opiniones y su sentir. Con todo y que la anulación puede ser protesta genuina va a derivar en mayor alejamiento de espacios que serán llenados, entre otros, por los poderes fácticos. El voto es un eje de la democracia, pero es obvio que ya no basta con votar. Se requieren nuevos ciudadanos y sobre todo una nueva clase política. Lo primero está a la vista, ante lo segundo no nos queda más que ver para creer.

¡OUUUCH! No vaya a ser que el nuevo amigo de Javier le mande la mala suerte mañana en El Salvador. Aunque le va al Morelia, dicen en Michoacán que no parece; se le aparecieron en su “pachuquismo” los Indios y la UNAM; sin olvidar el H1N1, la crisis económica, el narco…

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