Un acto contra el cinismo y la indiferencia

Andrés Lajous
Publicado en El Universal
17-abril-09
La democracia electoral en México no depende sólo de los partidos, pese a lo que sus dirigentes digan, sino de los miles de voluntarios que contarán los votos, y de los otros miles que van a los consejos distritales del IFE a verificar los padrones. También depende de las personas que se levantan ese día y deciden expresarse a través del voto. No hay duda: si ese día no hay votos por contar y votos contados, no hay democracia, aunque haya partidos.

La elecciones no sólo son un sistema de elección de gobernantes, sino uno de información. Permiten saber qué preferencias, preocupaciones y objetivos tiene la sociedad. Cuando unos votan por las izquierdas y otros por las derechas, tenemos una idea de cuántas personas quieren cierto tipo de gobierno con ciertas prioridades. Pero si las opciones no satisfacen a nadie y sólo se vota por el menos peor, entonces no tenemos la fotografía que la sociedad necesita para conocerse, entenderse y tomar decisiones de manera informada. Por eso hay pocas cosas tan graves para una democracia electoral como la abstención. La sociedad y sus gobiernos se quedan sin saber qué piensan los que no votan.

El cinismo provoca la indiferencia y la indiferencia la abstención. Ese es el ciclo del cual se alimentan buena parte de nuestros políticos. La única manera de reventar el ciclo es votando por lo que sí queramos votar. No tenemos por qué aceptar la regla del cinismo y expresarnos por el menos peor, por qué dejar que nos quiten la capacidad para expresar que queremos algo mejor que lo que hay. Votar no es un favor ni un deber; es un llamado que nos hacen nuestras mejores convicciones para actuar y expresarnos. Si este año esas convicciones son que ningún partido que hoy compite las representa, entonces anular el voto es el acto que así lo expresa.

El llamado al voto nulo no debe asustar a nadie. Es un paso para reconocer que buena parte de los problemas del país se debe a cómo nos representan quienes se supone que lo hacen. Incluso es motivo de celebración para quienes creemos en las instituciones electorales de nuestra democracia. El llamado representa el interés de ciudadanas y ciudadanos por comunicarse con el resto a través del voto, aunque no se sientan representados por ningún partido. No hay mejor forma de mandar el mensaje: “Creo en la democracia y en las elecciones, pero no creo en ninguno de los que hoy quieren ser nuestros representantes”. Si quienes quieren protestar no lo pueden hacer a través del voto, dejarán de votar. Cuando nadie vota ahí sí es cuando tenemos que preocuparnos, ahí es cuando la semilla del autoritarismo deja de ser semilla y se convierte en raíz.

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