Que griten los votos

Ricardo Alemán
Publicado en
El Universal
10-junio-2009

A despecho de quienes se niegan a reconocer la voz del voto popular —porque creen que es mudo y sólo sirve para ser contado—, crece en proporción geométrica el debate sobre los “otros usos” del sufragio ciudadano.

Y claro, conforme se suman los que piensan más allá del ñoño concepto de que “el voto sólo cuenta cuando se cuenta”, también suben de tono intolerancia e insultos contra aquellos que se atreven a pensar distinto. “¡Es una estupidez!”; “¡Son imbéciles los que proponen anular!”, “¡Traición, traición!”, dicen algunos, por citar las voces “amables” que se niegan a ver más allá de su nariz.

Por donde se le quiera ver, no es ninguna traición a la democracia, al sentido común; tampoco insensatez y menos se trata de una conspiración decimonónica. No, pretender que los votos hablen o griten antes que las urnas es darle al voto todo su valor, cuantitativo y cualitativo. ¿Por qué? Sí, los votos cuentan si se cuentan, pero también valen si gritan.

Hace décadas nos vendieron el cuento de que llegada la democracia electoral viviríamos el mejor de los mundos. Se acuñó un clásico de civilidad y democracia: “¡Qué hablen las urnas!”. Bien, se confirmó que el voto cuenta cuando se cuenta y que las urnas hablan por el número de votos que contienen. Sí, todo eso está bien. Sólo que nadie responde un pero que es fundamental: ¿por qué censuran la voz, el grito de los votos?

Cuando en México finalmente hablaron las urnas, esa voz fue callada por el monopolio del poder. ¿Qué quiere decir eso? Que la partidocracia sólo valora el peso cuantitativo del voto —sólo toma en cuenta su número—, y desprecia su peso cualitativo, su calidad. ¿Quién, de los defensores del voto a partir de su número se ha metido a discutir el valor del voto a partir de su calidad? La discusión del fondo no es una guerra entre los que valoran el voto por su número y los que reclaman que hable el voto. No, el tema de fondo parece estar en el equilibrio entre el número y la calidad.

Lo cierto es que la “ñoña” democracia mexicana debe ser vista no sólo desde el grosero monopolio legalista de la partidocracia —en la que el voto sólo cuenta si se cuenta—, sino a través de lentes sociales y humanos, de la ética y la libertad. Valorar el voto sólo por su número es condenar a la democracia a una estadística, si no es que un negocio.

Entregarle su voz al voto, su carácter de libertad de expresión, es ver la democracia desde su origen. Si compartimos que —como lo dijimos aquí el 30 de mayo de 2006, el 31 de agosto de 2008 y el 31 de mayo de 2009— “el voto sintetiza la libertad de expresión”, el voto vale no sólo porque se cuenta, sino por lo que dice, por lo que grita. ¿O no?

0 comentarios:

Publicar un comentario

link to online mba website
Support mba-online-program.com mba education.