¿A quién beneficia anular el voto?

Juan Francisco Reyes del Campillo
Publicado en emeequis
8-junio-09

Recientemente se ha expandido una campaña que plantea acudir a las urnas el próximo 5 de julio, pero propone anular el voto. Entre los argumentos que se exponen es que no están en contra de las instituciones políticas, aunque sí ponen en duda la fortaleza, y, sobre todo, la moralidad del sistema de partidos mexicanos. Por obvias razones sus propuestas no aparecen como propaganda en los medios masivos de comunicación, sin embargo se están reproduciendo en internet y en las coluimnas de distintos analistas políticos.

Algo que llama la atención es que estos analistas, que hasta ahora se habían asumido como ciudadanos independientes, están haciendo una campaña política con una propuesta que tendría consecuencias políticas. Supongo que no son ingenuos y lo que plantean busca incidir en el sistema político. Su objetivo sería, entonces, configurar un voto de castigo al conjunto de partidos por la degradación a la que han llegado.

No se puede negar que los partidos mexicanos están corroídos por la corrupción. A medida que se han ubicado en la centralidad del sistema político, las dirigencias partidistas han resultado verdaderas burocracias facciosas que antes de interesarse por el porvenir de la sociedad, más parece que se reparten un botín. Katz y Mair, politólogos de reconocido prestigio, los han caracterizado como partidos cartel, en donde el síntoma más obvio de su comportamiento atañe a la distribución de recursos financieros dentro del partido y, particularmente, a las subvenciones del Estado. El otro reparto que se disputan es la ocupación de cargos públicos o de representación popular, lo cual nos recuerda el viejo dicho de que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

Mucho de esta situación ha resultado porque los dirigentes políticos son cada vez más independientes y autónomos de sus seguidores. No sólo inhiben la democracia dentro de sus partidos, sino que se niegan a rendir cuentas de los gastos que ejercen. Esto es lo que ha propiciado las posiciones antipartido, que aglutinan en un bloque a los partidos como si todos fueran iguales. Empero, hoy en México tenemos ocho posiciones políticas que no creo que debamos echar por la borda, sobre todo que se beneficiaba de su relación con el Estado.

Estoy convencido de que esta propuesta está siendo apoyada por ciudadanos que no tienen indentificación con partido político alguno. Son electores independientes que cuando ejercen su voto lo hacen por algún partido que les convence por sus propuestas. Serían entonces ciudadanos que definen con racionalidad sus preferencias electorales y no porque establezcan alguna simpatía en particular. No obstante, también estoy convencido que quienes hoy nos proponen anular el voto, siempre o casi siempre han votado por las opciones de izquierda.

Lo anterior lo deduzco por las posiciones críticas y progresistas que durante muchos años han asumido, pero también porque hasta ahora no he visto a nadie de la derecha que plantee hacer lo mismo. Esto me parece grave y me preocupa porque la campaña de anulación, quiérase o no, se esté consciente o no, a quien va a beneficiar es a la derecha. Hasta ahora, los únicos de la derecha que han respingado y se han preocupado por la propuesta son los dirigentes panistas.

Lo cierto es que después de la elección de 2006 a muchos electores independientes los ha invadido un enorme desánimo y desencanto por el papel que desempeña la democracia mexicana. Los espacios de participación política no parecen ampliarse y votar cada tres años resulta una opción muy poco redituable. Pero las elecciones no son solamente cuestiones de coyuntura, sino de estrategias a largo plazo, en donde las opciones políticas, de izquierda y de derecha, establecen una guerra de posiciones que se van asentando con el tiempo.

Es relevante señalar que la representación política que buscan los partidos no debe ser antagónica a las diferentes formas de participación ciudadana. Hay quejas recurrentes sobre los candidatos que recientemente seleccionaron los partidos, pero se olvida que en nuestros país la apertura en la nominación de candidatos es una práctica que apenas empieza y hay que exigir que sea cada vez más amplia generalizada. Es como si algunos partidos pretendieran vendernos soluciones supuestamente mágicas, pero en realidad se trata de compartir propuestas que impliquen a más ciudadanos en las decisiones.

En política se dice que cuando un espacio se abandona alguien en el escenario va a terminar por ocuparlo. Por eso, quienes habrán de anular su voto tendrán que reflexionar si se alejan de un ámbito para llenar otro, que hasta ahora no parece muy claro. Es una apuesta en la que se puede ganar o, también, quedar fuera.


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